AVENTURA EN EL LLANO. CAPÍTULOS 5,6,7.



FAMILIAS MORMONAS   Y AMIGOS EMPRENDEDORES COMPRAN EN  HATO LLANERO.

 

Habiendo servido en la Iglesia  como Presidente de Distrito, de Estaca y Representante Regional y apoderado de la Iglesia de Jesucristo SUD, estaba muy consciente de los consejos de los profetas modernos de trabajar en la autosuficiencia personal y familiar, dados los tiempos que se avecinaban. Un libro muy vendido en los EE UU, escrito por un economista mormón, por los años 70-80, señalaba que el hombre debería regresar al campo. Salir de las ciudades que serían incontrolables y grandes focos de enfermedades tanto materiales como espirituales. Aseguraba, que La inseguridad y la miseria invadirían las calles. Siempre se refirió al reencuentro con lo natural. Hoy día eso es una profecía cumplida, que lleva  esta civilización a su propia destrucción si no cambia el rumbo que sigue. El Elder Rusell Nelson de la Iglesia de Jesucristo de los SUD, en su primer mensaje al ser llamado  profeta y Presidente de la Iglesia, se refirió a la necesidad de regresar al pasado para afrontar las carencias y necesidades que se avecinarían en los Últimos días.  Hoy en el año 21, la pandemia nos ha indicado lo peligroso y riesgoso   de vivir en ciudades llenas de luces artificiales, pero de grandes riegos para la seguridad, la salud física y espiritual. 

Marisa mi esposa como presidenta de la Sociedad de Socorro de la estaca Caracas, se convirtió en una verdadera especialista en la conservación de alimentos envasados, enseñando a las hermanas las técnicas adecuadas para preservar los alimentos por meses y algunos hasta años eliminando los riesgos de preservarlo.  Este programa fue todo un éxito, por el dominio que tenía sobre la materia y su espíritu de servir compartiendo su conocimiento. Creo que el ejemplo que mostramos como familia más los mensajes del profeta Kimball y Benson,  motivaron a algunos miembros de la Iglesia y  amigos  a  comprar en el mismo lugar, donde nosotros habíamos decidido instalarnos para comenzar a trabajar en nuestro proyecto autosuficiente. La familia Da costa, Suarez, Serra,  Muller esposas e hijos, unidos a otras familias como Cárdenas, Barrientos, Maldonado, Jiménez, Arismendi,  etc.,  conformamos un grupo de unas 60 personas de formación cristiana, que comenzaron a invertir en sus propiedades. Nos encontrábamos durante los fines de semana y compartimos nuestras experiencias.  Comenzó el proceso revolucionario de Chávez el cual gozó de mi simpatía en sus inicios por la descomposición política que se vivía en el país, en manos de corruptos y ladrones de oficio. Pero el remedio fue peor que la enfermedad. Vinieron las expropiaciones y el importante banco  privado promotor y financista del proyecto fue intervenido y liquidado. Esto originó pánico entre los propietarios emprendedores  que comenzaron a desertar, vender y hasta abandonar sus propiedades. Algunas fincas  fueron  invadidas por los flojos e invasores de oficio en nombre de la revolución.  Todo ello afectó seriamente  el desarrollo del proyecto. Marisa y Yo decidimos continuar lo que ya habíamos iniciado y presentamos al gobierno socialista promotor nuestra idea de desarrollar un proyecto turístico ecológico autosuficiente. Logré organizar a los propietarios para enfrentar las invasiones; por mis contactos oficiales  habíamos sido respetados. (Nunca llegué a imaginar que el proyecto sería implosionado por el propio equipo de trabajo que había organizado, manipulado de manera ignorante, para lograr otros fines personales.

 Nuestro proyecto turístico para ser ampliado, luego que ya habíamos invertido una importante suma de nuestros ahorros en dólares por la venta de bienes personales, fue aprobado en la primera presentación ante el propio Presidente del ente promotor del Estado FONCREI, recibiendo un  importante financiamiento para continuar con los trabajos y llevarlos a un nivel mucho mayor, contando con todo el apoyo del estado promotor socialista. Simpatizaba con el proceso, por venir de familias, algunos con ideas socialistas de avanzada en Europa, pero siempre respetando la plena libertad de conciencia. De hecho se me ofreció integrarme al partido de gobierno, que no acepté, porque implicaba tener que seguir directrices que no comulgaban con mis ideas. Sobre todo por su acercamiento a países comunistas que poco podían ofrecernos como exitosos.   Entregamos como garantía al estado, financista  la propiedad y todo lo que habíamos construido sobre ella, salvo los queridos  animales y algunos caballos paso fino colombianos de gran valor provenientes de la famosa cuadra del 8, criadores  campeones de exhibición.  Para ese momento nuestra inversión pasaba de los 300.000 dólares, parte de ello invertido del pago que recibí luego de varios años  como contratista de la Iglesia, que se me negaba a pagar, utilizando todo un esquema contable fraudulento y engañoso cuando se me ofreció construir capillas o Centros de reunión para eliminarme del mega proyecto Caurimare en Caracas, siendo el supervisor de Construcciones de la Iglesia en Venezuela. Lamentablemente en un criminal informe para desprestigiarme, sacerdotes anónimos para mí de la Iglesia, (porque nunca se me mencionó quienes fueron sus autores) mencionaron con toda la mala intención, que paralelo a mi trabajo en la Iglesia construía un proyecto personal que ya he mencionado. Se hacía ver la posibilidad que estuviera utilizando mi cargo como contratista para disponer de fondos o de insumos pagados por la iglesia para mi beneficio. Algo que me tocó combatir, cuando trabajé para la iglesia y tenía varios contratistas, algunos ligados a miembros de la Iglesia u oficinas.  En Venezuela tenemos un dicho popular, que cada LADRÓN JUZGA POR SU CONDICIÓN.

Mucha alegría nos originó, que el proyecto fuera aprobado en su primera presentación con planos, proyecciones y toda una propuesta utilizando la experiencia en arquitectura y diseño que aportaba Marisa por sus estudios universitarios y trabajo en arquitectura.  Recuerdo las palabras del propio Presidente del organismo presente, cuando ordenó a su equipo al término de la presentación, darnos todo el apoyo para oficializar el crédito de manera inmediata,  cuya cifra era realmente importante por el alcance turístico ecológico e innovador  que tenía.   En esa misma reunión presentamos un anteproyecto que lideraría Nicolás mi hijo, quien conformaría otra cooperativa en Caracas, para  producir y suministrar artículos de limpieza al gobierno a través de la cadena de mercaditos populares Mercalitos  por todo el país.  Completado los trámites, el proyecto también fue aprobado, incluyendo la compra de un pequeño edificio  de tres plantas con sótano en la  MUY COTIZADA zona industrial del Llanito en Petare. Luego,  con el empuje que le imprimía Nicolás como joven  emprendedor a la producción inicial, los otros miembros de la Cooperativa no entendieron la necesidad del trabajo en equipo para producir, pretendiendo recibir  ingresos en igualdad de condiciones sin aportar la cuota de trabajo necesaria. Nicolás era innovador, convirtió una vieja lavadora en una extraordinaria mezcladora de los componentes químicos y trabajaba hasta largas horas de la noche para cumplir con los pedidos que iban llegando, cada vez en mayor número.  A esto se sumó que uno de los socios más cercano a Nicolás, dispuso en su ausencia,  de dinero para fines personales, lo cual terminó con el proyecto, una denuncia en los tribunales y una riña entre socios. De haber continuado el proyecto siguiendo consejos gerenciales que tenía a la mano con mi formación y experiencia, ese proyecto se perdería de vista. Logramos muy buenos contactos  con la dirección  de los Mercalitos, que harían pedidos de tal magnitud, que el crecimiento exigía la compra de máquinas y equipos de manera inmediata para poder atender la demanda, solo del primer pedido de miles de unidades de tamaño popular. Ya se consideraba una ampliación del capital de trabajo que sin duda hubiera sido aprobado.  La juventud, la falta de experiencia y rodearse de gente sin ninguna experiencia profesional, terminó con el empuje que sin duda Nicolás le había imprimido a la Cooperativa y a ese proyecto de un gran futuro como lo demostraron los hechos. La enseñanza de este capítulo, pone claramente de manifiesto la intriga, la calumnia y como de manera oculta, se continuaba  entre los traidores al sacerdocio de Jesucristo en la Iglesia, con el trabajo de desacreditarme y quebrarme espiritualmente.                                                                                                                                                                                                                                                                                

Capítulo 6.

FUNDACIÓN  LA CASONA COLONIAL CON APARIENCIA VIEJA.

 

Habiendo comprado solo el terreno, para implantar nuestro propio diseño de acuerdo al histórico colonial producto del caluroso clima del llano,  decidimos después de un minucioso estudio de la legalidad y tradición de la titularidad de la tierra, iniciar nuestro propio proyecto usando el capital, obtenido con la venta de nuestras empresas en Caracas y Pto la Cruz,  que teníamos destinado para residenciarnos en la argentina. Desarrollamos  los planos de una amplia casa colonial de unos 420 m2 de construcción, de amplios corredores y grandes ventanales, con techo de teja española sobre la primera hectárea del terreno.  Pensando en la familia que iría en aumento con nuestros hijos aún solteros. Todo fue pensado utilizando los elementos propios de la zona, para hacerla la casa lo más natural con apariencia de una vieja casa colonial. Logramos conseguir viejos maderos de acapro cortados años anteriores en los procesos de deforestación,  para utilizarlos como columnas en los amplios corredores. El piso  rustico de cemento, decidimos  recubrirlo con panelas de barro cocido, que mandamos hacer a nuestro gusto y medida en los hornos de un artesano muy pintoresco de apellido Magallanes, que trabajaba con  los pies para ablandar la arcilla y luego le daba forma con las manos rellenando formaletas de madera que colocaba para un primer secado al sol. Luego sacando las panelas del molde, las  colocaba ligeramente cocidas y crudas en  hornos que alimentaba con leños de madera. Magallanes cumplió con fidelidad con el contrato de fabricar unas 8.000 panelas de barro o arcilla. Dejamos estampadas como presencia de nuestras mascotas en el vaciado del barro, la figura de nuestras mascotas. Fueron  curadas con cera, lo cual mantiene su condición de apariencia natural, aplicándole de vez en cuando kerosén. Igualmente un lote pequeño de  ladrillos o adoquines para levantar las paredes dándole mayor fortaleza,  se hicieron de la misma forma, pero el lote mayor fue necesario comprarlos a empresas especializadas que utilizaban hornos modernos para poder darle una resistencia mayor, siendo que se utilizarían para elevar todas las paredes internas. Esto con la finalidad de permitir una mayor ventilación y darle salida al aire caliente que tiende a concentrarse bajo los techos. El techo interior fue recubierto con varas de caña brava conocida en la zona como Guafas. En realidad son varas de bambú, que se  cortan en las riberas de los caños con los debidos permisos, siendo que son muy utilizados por los fabricantes de muebles de bambú en todo el país... Los amplios ventanales para permitir la circulación de la brisa y hacer la casa más fresca, los hicimos con madera de samanes traídos de aserraderos cercanos. Como medida de seguridad colocamos barras de cabilla  de D.½" de  hierro tanto en sentido vertical como horizontal, incrustadas en la pared, teniendo sus puntas la forma de gancho o garras como patas de gallina, para darle mayor fijación ante cualquier intento para sacarlas de la pared o doblarlas mediante gatos hidráulicos. Cubrimos el techo con tejas del tipo español, proveniente de viejas  construcciones abandonadas, que íbamos comprando en los  diferentes lugares por los cuales pasamos en nuestros viajes de ida y vuelta hacia la casa en construcción. Afortunadamente existen poblados pequeños y viejos, donde estos elementos dejaban de tener valor, hasta que nosotros comenzamos a preguntar por su existencia. Fue entonces cuando los lugareños decidieron ponerlas en venta y poco a poco los precios fueron aumentando y las tejas viejas desapareciendo. Realmente la casa era muy colonial y natural con una apariencia muy antigua, razón por la cual algunos, cuando algún visitante llegaba y preguntaba por nosotros, los referían a la vieja  casona del hato. Hasta el cuento de fantasmas y aparecidos escuche comentar entre gente de la zona, por la apariencia muy vieja que tenía la casona, cuando en realidad todo era nuevo y de muy buena calidad, como las cerámicas, piezas y accesorios de  todos los baños.  Siempre cuidamos que los materiales utilizados no provinieran de bosques o plantas vivas, primero para respetar y proteger la ecología y porque la madera húmeda no sirve para la construcción. Compramos la madera necesaria en   depósitos o aserraderos donde los eran guardados para fines  constructivos con sus permisos correspondientes...

Poco a poco y con grandes esfuerzos y  sacrificios, que exigía el proyecto, fue tomando forma. Marisa mi esposa,  supervisaba que todo saliera como  lo habíamos pensado  y programado. Era muy detallista y estamos plenamente consciente que trabajamos con personas no  muy preparadas para realizar los diferentes oficios, pero todos estaban siempre dispuestos a aprender a mejorar salvo unos pocos que no les gustaba recibir órdenes o instrucciones de una mujer y sobre todo cuando esta, estaba acostumbrada por su trabajo anterior en la arquitectura y ejecución de obras, a dirigir personal mucho más calificado. Marisa se quedaba con  frecuencia en el lugar, lo cual la obligaba a dormir  sola en la casa sin terminar, sin luz, sin rejas, puertas ni ventanas, acompañada tan solo de nuestros fieles compañeros los perros, que vigilaban mientras ella dormía para recobrar las fuerzas y continuar con el agotador trabajo al día siguiente. Tenía plena confianza  durante mis ausencias frecuentes por trabajo, en la manera cómo afrontaría cualquier peligro o llegada de algún intruso. No existía para la época la facilidad del teléfono celular, así que no teníamos la posibilidad de comunicarnos sino cuando yo llegaba al sitio para pagar a los obreros y reponer lo que  hacía falta. No era Marisa una mujer como dicen en el llano, que se le enfriara el guarapo ante un peligro o intruso.  Por mi trabajo en Caracas, tenía que estar ausente de la obra con frecuencia. Logramos conformar un equipo de gente honesta, respetuosa, algunos con sólidos principios evangélicos, que nos daban tranquilidad, seguridad y confianza, como fue el caso del maestro albañil  Batista que realizaba todos los trabajos de albañilería. Su único problema era que era de vista corta y siempre requería ser corregido  cuando realizaba sus nivelaciones. Consecuencia de ello se observan algunas diferencias menores en algunos lugares de las juntas de las paredes de la casa, que como sello de su trabajo quedaron para la historia. Batista ante las dificultades para conseguir un herrero dispuesto a trabajar por varios días seguidos en la finca por lo distante del pueblo, aceptó el reto de construir una escalera de 6 metros, con travesaños de cemento vaciado. Esa escalera permitía acceder a la parte superior de un tanque de agua de unos 20.000 litros, que por la altura lo convertimos en un mirador de la sabana. Al principio no teníamos obstáculos alguno para mirar hacia el horizonte, hoy la presencia de las copas de los árboles nos hablan: ¡aquí estamos, hemos crecido y lo seguiremos haciendo, ustedes así lo quisieron al sembrarnos tan cerca de la casa! Ciertamente fue así y nos encanta disfrutar de la competencia que existe entre ellos para ver quien crece más rápido. El trato con el personal de la zona, nos hizo  encontrarnos con  personas, cuyo comportamiento era muy diferente al hombre de la ciudad, en cuanto a sus modales tal vez no tan finos o educados, pero con una gran humildad y un espíritu de servicio y de    colaboración que el hombre de la ciudad ha venido perdiendo por el estrés y la agitada vida.  Todos los obreros recibían su paga semanal;  puntualmente los días viernes. Bañados y con su ropa limpia, los veíamos caminar hasta el portón de entrada, haciendo chistes, alegres por haber terminado su semana de trabajo y haber cobrado lo que le correspondía. Ello,  les permitía hacer su mercadito y llevar alimento a sus hogares, todas las semanas, que por lo general eran concubinos con varios niños. Algunas veces llevaban algo más regalo de Marisa para los más pequeños.

Paralelo a los trabajos de construcción, habíamos limpiado  toda la primera hectárea del terreno comprado, que finalmente habíamos adquirido a Crédito en cómodas cuotas. Como sabemos una hectárea son 10.000 m2 y toda la parcela tenía 20 Ha. La limpieza se limitaba a los  alrededores donde construimos la casa.  Comenzamos de manera apasionada y feliz  con la siembra de plantas de la zona y otros que no lo eran. Decidimos sembrar limones del tipo persa sin semilla, de mucho jugo una acidez tolerable al gusto, que se dieron abundantemente, pero que requerían en la medida que crecían mayor cantidad de agua. Las cargas a los tres años eran tan abundantes, que algunas ramas se partían por el peso y teníamos que palanquear  apoyándolas en horcones. Logramos buenas cosechas y un récord en el tamaño, al producir limones que casi tenían el tamaño de una toronja o naranja de mediano tamaño. Cuando fuimos visitados por israelíes interesados en comprar, para exportar desde su país,  nos advirtieron que limones tan grandes no eran buenos para la exportación y que las personas se habían acostumbrado a utilizar un limón a la vez y no tener que guardar mitades tan grandes en la nevera, que tendían a perder sus propiedades en cuanto a la vitamina C. Las  matas de limones en un número de unas 400 plantas, crecieron hermosas y floreaban abundantemente, llenando el ambiente al peculiar olor de flores de azar.  Con ese aroma tan agradable en aquella región tan seca, no tardaron en  aparecer  las abejas que invadían las plantas,  tomaban el néctar de las flores y hacían enormes colmenas en los sitios cercanos. Al poco tiempo no tardaron en llegar  las conocidas abejas africanas o asesinas como algunos las llaman, que se diferencian de las tradicionales por su color negro. Al detectarlas  nos preocupó enormemente su presencia. Los moradores de la zona nos decían que eran muy bravas y peligrosas si se le molestaba. Otros nos alertaban de que eran muy agresivas y atacan en grandes cantidades, ocasionando la muerte de personas y animales que encontraban a su paso. Había que buscar resguardo de manera inmediata cuando sentíamos la presencia de alguna de ellas explorando evitando se lanzara contra nuestras caras. Esa era una muy mala señal y había que alejarse muy rápidamente del lugar. Personalmente las respete y durante una época convivimos con ella hasta que se presentó un incidente con el viejo llanero Antonio que era como el cuidador responsable de la finca.

Finalmente la casa estuvo habitable aunque no terminada y comenzamos a viajar todos los fines de semana, llevando cosas de nuestro apartamento, comprando arbolitos en lo viveros de la ruta para sembrar y siempre realizando pequeñas tareas de acuerdo a nuestras posibilidades económicas que  habían mermado considerablemente por el enorme proceso inflacionario en que había entrado el país y la tremenda inestabilidad política que se vivía para aquel momento. Para colmo había sido despedido de mi trabajo, luego de 10 años  por el poder que otorga la autoridad mal entendida, de hombres que habían recibido el sacerdocio de Dios, afectados por el hecho de poner en evidencia malos manejos administrativos, contrarios a la honestidad, la moral y la honorabilidad de algunas personas de gran influencia en la Iglesia de Jesucristo. Como en todo lugar había engañadores, interesados en su propio y solo beneficio.. Como decimos en Venezuela,  "cargado el burro, ahora había que arrearlo". Muchos de los bellos arbolitos sanos y robustos que comprabamos en cada vieja, no resisten el intenso calor. Probamos con abonos y comenzamos a observar que las que lograban salir adelante en la época de sequía cuando las regamos se ponían tristes, perdían presencia y se pasmaba. Por ello decidimos realizarle una prueba al agua, encontrando que era un agua muy ferrosa y con restos químicos producto de las fincas que vierten sus aguas servidas al río Guárico y los que alimentan ese río tan importante para el estado. Dicho río pasa a unos 12 Km. de nuestra finca y es el  medio que permite que tengamos agua durante la sequía. Poco a poco fuimos avanzando y terminando espacios vitales de la casa para poner tener las comodidades mínimas, que nos permitieran vivir.  La inmensa llanura le traía  recuerdos a mi esposa de la pampa argentina. Mi retiro  definitivo tenía que esperar, pues la situación económica se hacía cada vez más difícil, estaba desempleado y todo estaba sumamente costoso. Para colmo habíamos iniciado nuestro proyecto en el momento que los insumos para la construcción eran escasos, existía  mucha especulación y  acaparamiento. Los precios cambiaban todas las semanas. Ese ha sido el periodo donde Venezuela alcanzó  para esa fecha  su mayor inflación de su historia. Luego se batieron todos los récord inflacionarios entre los años 2000 y 2020, llegando a ganarnos todos los record Guines en política y pobreza acelerada, siendo uno de los países más ricos del mundo.

Pese a ello con gran sacrificio, solos sin la ayuda de nadie porque tampoco la solicitábamos, trabajando a la par de los obreros, logramos ir culminando las tareas básicas, con gran desgaste físico y emocional. Siempre cumpliendo con los pagos del personal, que siempre fue nuestra prioridad. Ellos conocían la crisis del país, pero como todos tenían que afrontar sus necesidades y para nosotros  era un verdadero gozo ayudarlos.

 

CAPÍTULO  7.

PERSONAJES DEL LLANO.

 

 En el campo es frecuente encontrar personajes que marcan la diferencia con los otros. Como en todas partes hay  trabajadores, flojos, responsables, irresponsables, sinceros, mentirosos, fuertes, decididos, de confianza y los que hay que mantener lejos, porque no inspiran ninguna confianza. El llanero por lo general es cuentero, prefiere llamar a sus compañeros, amigos y relacionados con apodos o sobrenombres. Les gusta contar historias de aparecidos, muertos y  ser protagonista importante de las variadas historias tanto de a pie como a caballo que le suceden en sus faenas. Inventa o se imaginan en sus diferentes tareas diarias, que por lo general las inicia de madrugada y las terminan anocheciendo. Por nuestra finca ha pasado de todo un poco. Haré mención solo algunos de ellos.

HUGO el colombiano fue uno de los primeros que conocimos al llegar. Era un hombre blanco de unos 60 años callado y muy conocedor de caballos paso fino colombiano. Tomaba mucho licor y con frecuencia luego de su faena en la propiedad donde le trabajaba a un descendiente, prócer de la independencia de apellido Arismendi, se embriagaba y se quedaba tendido en cualquier parte, pasando la borrachera. Siempre estaba dispuesto a colaborar. Cuando se producían los apagones por la falta de energía eléctrica, causado por el viento que disparaba los llamados tabacos, acudía aún en estado de ebriedad, subía con mecate trenzado  los postes del alumbrado de la carretera y con una larga vara colocaba nuevamente en su lugar las cuchillas o tabacos, que se separaban por los cortocircuitos al pegarse los cables del precario tendido eléctrico. En una oportunidad, no podía lograrlo con la vara y siguió trepando ayudado con un mecate con el cual enlazaba al poste y subía paso a paso. En una oportunidad, manipulando el tabaco, hizo tierra con uno de los cables de la tensión alta y cayó al suelo desde unos 5 metros de alto, prácticamente electrocutado. Quedó tendido sobre la tierra inconsciente. Al tocarlo para conocer si aún estaba vivo, sintió un fuerte olor a carne quemada. Abrió los ojos y al levantarlo no podía caminar. Hugo se salvó porque  la descarga eléctrica,  salió de su cuerpo por el dedo gordo de su pie derecho, abriendo un hueco en la punta del zapato deportivo de goma que cargaba puesto. Logramos recuperarlo y en medio de su borrachera, preguntaba  ¿quién  fue el coñ… de madre que me empujo?.... Hugo era un buen hombre, muy trabajador, echado pa lante, siempre dispuesto y colaborador con todo el mundo.

 Carmen Blanco. Una maciza, trigueña y joven mujer llanera de origen indígena, nacida en un hato de lo que se conoce como Apure adentro, pasando la población de Achaguas.  Carmen vive con su compañero Arturo navas en una finca cercana, donde llegaron para trabajar en ella y a la vez cuidarla. Tienen dos hijos Adrián el mayor de unos 8 años y Jenny de 6 años para esa época. Los patrones de Carmen decidieron marcharse a USA, al dudar del proceso revolucionario  y  aunque pendientes una época, perdieron el  interés por su finca y mucho menos le pagaron los salarios o prestaciones sociales que contempla la ley. Carmen y Arturo se vieron obligados a buscar trabajo para tener de qué comer y poder mandar a Adrián a la escuela. El fiel, multifacético y colaborador Hugo nos avisó de la condición de Carmen y su familia. Mi esposa la mandó a llamar para ver si estaba interesada en realizar trabajos de limpieza en la casa. Carmen resulto una buena empleada para realizar esas actividades.  En nuestra ausencia se ocupa de todo en la finca atendiendo los perros y los gatos de Marisa. La llamamos Toyota ó 4x4, porque era incansable, no existía freno o problema como llanera,  para asumir cualquier actividad que se le sugiera. Curiosamente Carmen siendo una mujer que muy poco fue a la escuela,  aprendió por su propio esfuerzo aprender a leer y escribir, con un sistema que regalaba el proceso.  Educa a sus hijos como cualquier mujer preparada de la ciudad y está pendiente que no les falta nada. Lamentablemente hasta el año 2005, tuvo que dejar a Adrián en Apure, con su abuela para que pudiera asistir a la escuela. Jenny la llamamos el avión, porque  tiene una mente muy ágil, es muy observadora y aprende con gran rapidez. Viendo estas condiciones y que no asistía a la escuela, Marisa como maestra graduada  en la Argentina, se puso a enseñarles las letras, a realizar recortes y dibujar. Jenny en muy poco tiempo aprendió a leer. Era muy limpia y ordenada en sus trabajos y este año comienza a ir a la escuela que se ha abierto en las cercanías. Un día mientras trabajaba  fuera de la casa, Jenny me observaba y siempre tenía preguntas, sobre todo me preguntaba Sr. Félix ¿porque trabaja tanto?, le respondía porque me gusta y me hace sentir bien. Se me acercó y me dijo Sr. Félix Yo lo quiero mucho… a lo que le conteste y Yo también a ti Jenny. La conversación no concluyó allí, Jenny realizó una reflexión... me gustaría que usted fuera mi abuelo… Esto me sorprendió, pues no esperaba que nadie me hiciera esa pregunta, en momentos que nuestras esperanzas de serlo se desvanecen por limitaciones físicas de nuestra hija que lo ha intentado tres veces y de nuestro hijo del cual no existen expectativas o planes de parte de su esposa. Así que le conteste: Jenny si me gustaría ser tu abuelo, solo que tengo que preguntarle a Marisa si ella quiere ser tu abuela… Ella estuvo de acuerdo y luego de conversarlo, aceptamos  ser los abuelos ó nonos de Jenny, preciosa niña, muy inteligente,  típica de nuestro país llanero, que nació en la población del Sombrero, Edo. Guárico.

Francisco es otro personaje que dejó huella entre nosotros. Se trataba de un hombre también llanero de unos 60 años de edad, que llegó a la finca recomendado por alguien de Calabozo. Francisco venía de trabajar en una finca muy distante, en medio de la sabana, donde pasaba meses sin hablar con nadie, pues era la única persona que trabajaba en ese  lejano lugar. Dada la soledad que lo embargaba, decidió quedarse con un pequeño perro criollo, que le puso por nombre trabuco, que apareció no sabe de dónde buscando alimento en su lugar de trabajo. Producto de la visita de unos ladrones armados a los cuales trabuco pudo detectar avisándole a Francisco con sus peculiares ladridos, este pudo esconderse en el monte y observar que aquellos hombres armados por lo que podía escuchar no tenían buenas intenciones. Francisco un hombre acostumbrado a la dura vida del campo, acostumbrado a vivir solo y aislado evitó enfrentar a los delincuentes contando tan solo con un machete, ante las armas que esgrimen los ladrones. Permaneció en el monte hasta que los bandoleros se retiraron,  esperando su presencia infructuosamente. Se llevaron una bomba para sacar agua y una caja de herramientas. Al aparecer  el dueño semanas después, se enteró del robo y ante el reclamo injustificado hecho a Francisco, pretendiendo que este sin una escopeta al menos para defenderse, se  enfrentará a los intrusos para defender sus bienes, Francisco optó por retirarse. Fue así como luego de pasar casi 4 años de su vida, prácticamente sin hablar con nadie, solo cuando podía salir al pueblo más cercano cada dos o tres meses, llegó a nuestra finca con su compañero trabuco. Francisco era un hombre de pocas palabras, muy serio y trabajador que cumplía un riguroso horario que él mismo se imponía y del cual era difícil sacarlo. Cada mes salía al pueblo con su salario y regresaba puntualmente los días lunes por la mañana. En el pueblo nos enteramos, que tomadores de oficio, esperaban a Francisco tan pronto esté llegaba generalmente los días viernes y lo llevaban a un bar cercano, donde al día siguiente en la acera cercana, amanecía Francisco pasando su tremenda borrachera y sin un centavo encima. Sin embargo Francisco nunca mostró ser un bebedor mientras trabajó con nosotros, hasta un día, que habiéndose marchado de la finca en viaje hacia Caracas, tuvimos que regresar ese mismo día por la tarde y lo encontramos en estado de ebriedad con un amigo que había ingresado un camión a la finca. Resultó que uno de nuestros finqueros vecinos. Había contratado un empleado muy trabajador, pero que tenía muy mala bebida y por lo general las borracheras le duraban dos y tres días. Fue así como Francisco comenzó a tomar durante la semana, en los días que nosotros estábamos ausentes, lo cual se convirtió en un hábito hasta el día  al reclamarle su estado y la presencia de un extraño en nuestra finca. Se molestó expresando palabras inapropiadas hacia Marisa, quien en el acto decidió despedirlo. Francisco se  marchó cobrando el dinero que le correspondía por su tiempo de servicio, cuya cifra era significativa para un hombre que nunca había ahorrado o recibido en medio del monte alguna paga adicional legal por sus servicios. Luego supimos que el mismo día que llegó al pueblo con su dinero, fue emborrachado por algunas mujeres, que lo robaron y lo dejaron tirado en una acera del pueblo. Francisco era un hombre solo y por lo que pudimos averiguar,  no tenía familia, más que una supuesta hermana que vivía muy distante al occidente del país.

Recuerdo   una vez que Francisco como trabajador,  se dirigía a pasos apresurados hacia nuestra casa, tapándose la cara con las manos y cubierto de cientos de abejas que le picaban por todas partes. Corrí en su ayuda sin pensar en el riesgo que asumía,  lo hale de las manos y lo obligue a meterse dentro de un tanque de agua que tenemos cerca de la casa y corrí a guarecerme de las abejas, que revoloteaban sobre el agua, hasta que se alejaron. Le suministramos el medicamento, que se acostumbra para esos casos.  Al rato Francisco tenía la cara irreconocible. Le pregunté ¿qué  había pasado, dónde estaba la colmena? Y me indicó el lugar donde estaban, pero muy molesto y con pocas palabras agregó: ¡esta noche las quemo, porque Yo no les estaba haciendo daño!. Así lo hizo por la noche encendió una tea y le pego fuego a la enorme colmena, que resultó tener una miel de alta calidad.

 

Virgilio Villanueva. Este era un llanero de pura cepa de unos 55 años de edad, de piel blanca curtida por el Sol,  de músculos fibrosos, siempre muy dispuesto, alegre, conversador y sobre todo  listo para a afrontar el trabajo más difícil, como por ejemplo:  colocar todos los pesados troncos para mantener el amplio techo tejado, utilizando rolas de acapro que servían de soporte al techo. Caminaba descalzo en perfecto equilibrio por encima de las vigas de madera con mucha confianza y  sin ningún tipo de seguridad o atadura que lo protegiera de una eventual caída. También tenía que desplazarse  sobre los bordes de las altas paredes de ladrillo para dirigirse de un sitio a otro. Cuando llegó el momento de   colocar la viga central  más alta,  a unos 8 metros del piso, que además era muy pesada y larga como cumbrera, se presentó el dilema de cómo llevarla a su lugar sin grúa o poleas… Reflexionamos con    Virgilio, que en la época de la colonia y de la independencia, no había grúa y las casas se hacían igual. De inmediato lo tomo como un reto. El llanero es hombre de retos permanentes y  no podía dejar pasar esa maravillosa  oportunidad delante de sus compañeros, que  podía realizar el trabajo, que sin duda representaba un peligro.  Mirándome a los ojos, me contestó "ciertamente Don Félix,  subiremos el pesado tronco   con mecates y torniquetes para evitar que se caiga y se mantenga suspendido en el aire  mientras la izamos".  Preparo todo  y poco a poco el pesado tronco se fue elevando hasta que Virgilio en la cúspide con los pies descalzos, y el dorso desnudo sudando copiosamente por el imperante sol,  recibía el tronco sin ayuda de nadie, y con gran habilidad, pudo después de un gran y peligroso esfuerzo colocarlo en su lugar. Recordamos que al culminar el trabajo,  miro hacia abajo donde nosotros estábamos  con una amplia sonrisa en señal de triunfo expresó: ¡este tronco no fue el que podía malograr mi vida.  Le expresamos nuestro agradecimiento, admirando su destreza y seguridad durante toda la maniobra. Sudoroso con las manos en la cintura agregó: "para nosotros los verdaderos llaneros, no existe nada difícil cuando existe la voluntad para hacerlo". Lo cual es una gran verdad.  Pude entender por qué los llaneros bajo la dirección del habilidoso Páez, eran invencibles y temibles sobre los lomos de sus caballos con una lanza o machete en sus manos cuando mantenían las bridas entre sus dientes para no verse limitado en sus valientes y temerarias acciones frente al enemigo, durante la independencia. Todos los que estábamos allí especialmente los obreros y demás compañeros de trabajo, lo vimos como un verdadero superman, al cual solo le faltaba su calzoncillo azul con el rayo amarillo y  la capa para lanzarse hasta el  piso. Virgilio es el tipo de persona porque aún vive, que cualquier explorador le gustaría tenerlo durante un viaje difícil, porque es un hombre de soluciones para cualquier dificultad o problema que se presente. En otra oportunidad un poco lejos del lugar de la construcción, tratábamos de sacar unos pesados troncos abandonados de un pequeño barranco con un tractor que nos fue facilitado por el dueño del hato donde nos encontrábamos. Éramos tres personas, Virgilio un joven amigo de Nicolás mi hijo y Yo, que había decidido a última hora acompañarnos para ayudarnos. La tarea consistía en revisar los troncos que habían sido cortados y abandonados por alguien, atarlos con mecates y comenzar a jalarlos hasta colocarlos en una posición que permitiera ser atados al tractor. Por supuesto el mayor esfuerzo lo realizaba Virgilio que sin protestar por nuestras limitaciones y el rápido agotamiento del joven citadino, esperaba paciente que le indicamos, cuando reiniciar la jalada. En plena faena uno de los cauchos  del viejo tractor que nos habían facilitado para arrastrar los troncos se desinflo. Estando en medio del monte lejos una 1 ½ hora  de toda ayuda, Virgilio presto, se alejó para buscar un gato hidráulico y sacar el pesado caucho. Esperamos largo tiempo tirados en el suelo bajo una sombra observando rastros de cunaguaros en algunos árboles cercanos en los cuales se podían observar las uñas cuando se las afilan como los gatos domésticos. Virgilio  apareció  sudoroso y jadeante con el gato en sus manos. Al llegar pidió agua que habíamos llevado en una   cantimplora de plástico como de un litro. Al pasársela la sentí vacía. Resultó que el joven  de la ciudad que nos había acompañado, se había tomado toda el agua, alegando sentirse mareado, tener mucha sed por el intenso calor y la alta temperatura a esa hora del día. Virgilio se rió burlonamente y sin pestañear colocó el gato y retiró el caucho. Habíamos logrado completar parte del trabajo, ahora teníamos que llevar el caucho hasta algún lugar donde pudiera ser reparado. Sin dudar lanzo el caucho pendiente abajo y cuando este tropezaba con algún árbol, lo levantaba y lo lanzaba de nuevo cuesta abajo. Así llegamos hasta el lugar donde tenía parado el vehículo.  Entrada la tarde, el caucho estaba reparado, pero había que subirlo hasta donde había quedado el tractor. La distancia era de más o menos un Km.  Me ofrecí a llevarlo entre los dos, pero contesto se hace tarde y no vamos a concluir con el trabajo, con su siempre manifiesta alegría y pícara sonrisa, se coloco el  pesado caucho con el Rin sobre sus hombros y comenzó a subir lentamente hasta la cima donde nos esperaba con ojos temerosos el joven, quien ya se veía  atacado y comido por los  tigres que en su imaginación por la presencia de garras en los árboles, merodeaban esperando la llegada de la noche para lanzarse sobre él. Virgilio coloco el caucho y pudimos terminar con la faena en la oscuridad de la noche que nos habíamos propuesto, sacando los troncos en un camión que contratamos para tal fin. Virgilio me demostró el temple del hombre del llano, al cual le debemos la victoria en la batalla de Carabobo, bajo las órdenes del catire Páez, difamado y calumniado por su propia gente, haberse educado y convertirse en un ganadero con muchas reses y tierras, que conocía muy bien. No solo aprendió el inglés y el francés, sino  que aprendió a cantar lírica y piano. De dormir en hediondas hamacas y chinchorros a sudor durante la guerra, pasó a dormir en camas con colchones y almohadas de plumas traídas de Francia, bañado con agua caliente y oliendo a perfumes y fragancias de rosas, y no al ácido olor a mastranto llanero floreado, que  le gustaba a las mujeres del llano, rudas como él lo había

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