LA MUERTE TERRENAL NO ES EL FIN DE LA VIDA.
NUESTRO ALBEDRÍO nos califica como:
SEGUIDORES DE JESUCRISTO PARA LLEGAR A SER Ángeles de luz,
SEGUIDORES DE SATANÁS COMO Demonios o hijos de perdición.
Zacarías Jelinek
26-9-23
¿A cuál grupo pertenecemos?
Los ángeles de luz, son los obedientes, humildes y mansos que hacen el bien y el amor.
Los demonios espíritus nacidos que trabajan para el mal de manera consciente.
Los hijos de perdición los que rechazan a JESUCRISTO, su evangelio y arrepentimiento.
JESUCRISTO es el maestro del AMOR LA VERDAD Y LA JUSTICIA.
SATANÁS el padre de la mentira el odio y la venganza
La muerte es un proceso natural temporal, para que el cuerpo esté formado y organizado como sistema con partículas cuánticas fundamentales, que se manifiesten con cuerpos de carne o en formas y sustancias diferentes que recubren y nutren a todos los seres que nacen en la tierra. Este proceso activado mediante el fluido de una sustancia terrenal que conocemos como sangre, sábila o fluidos de diferente composición según su especie, permite se cumplan los procesos de desarrollo preestablecidos y se desintegran, reincorporándose como polvo a su estado originario, tal y como está señalado en el libro del Génesis en la Biblia. En el caso de los seres humanos, su propósito temporal es servir como sostén, recinto o tabernáculo de la materia espiritual de procedencia o polvo cósmico, conformada por otro tipo de materia más refinada y pura, creada y organizada para ser eterna. La materia terrenal siempre está sujeta a cambios y desarrollos durante su existencia, regida por leyes propias de su estado, momento y especie. Toda forma de vida en su materia o especie separada, se integrarán nueva y oportunamente, completando sus ciclos de existencia y propósito en el orden terrenal. La vida se resume en la muerte sin dejar nunca de existir.
Por esta razón el espíritu no muere, no se corrompe, ni sufre cambio alguno, al abandonar el cuerpo, que ha sido utilizado como un instrumento necesario para el aprendizaje en el caso de los seres humanos, como inteligencias superiores diferentes, a las otras especies o seres vivos que conforman el ecosistema natural de esta tierra.
La sangre se diluye como el fluido vital que tiene cada ser mortal, que heredó la muerte biológica de sus padres CAÍDOS, para regular su proceso y existencia de la vida mortal. Al resucitar y retomar su cuerpo con los mismos componentes que le dieron su forma como cuerpo terrenal, la sangre es reemplazada y deja de cumplir su función para mantener la vida, la vitalidad y controlar el proceso de envejecimiento del cuerpo físico. Por esta razón los seres resucitados, carecen de enfermedades, no tienen necesidad de dormir, su existencia es un presente permanente, no existirá el cansancio, dolores, malformaciones, amputaciones etc. La sustancia roja que ha circulado por el cuerpo terrestre temporal de todo ser vivo carnal de este planeta, como sangre, será reemplazada, por energía pura, lo cual origina una necesaria transformación y prepara el cuerpo para poder existir bajo otras leyes físicas, que permitirán que sus cuerpos resucitados puedan ser observados de manera resplandecientes con mayor o menos intensidad como almas resucitadas. Su energía proyectada, será proporcional al nivel de su trabajo y conocimiento espiritual que hayan practicado y alcanzado, durante su existencia en el mundo terrenal. . Por esta razón existen variedad de inteligencias y seres espirituales, que se proyectan o manifiestan en base a su diseño o a la base conceptual con la cual hayan alimentado su nivel de inteligencia durante su aprendizaje espiritual.
Es la manera de poder estar preparados para residir en moradas o mundos celestiales, para soportar la presencia de seres de luz que habitan en mundos exaltados con gran gloria y conocimiento.
Antes de alcanzar este santo y purificado estado, debemos conocer y ejercitar las leyes terrenales, como la obediencia, el sacrificio, el dolor, sufrimiento, el trabajo, el servicio, el amor y la oposición.
Jesucristo nos dio su ejemplo durante su ministerio. Al final con su muerte, su cuerpo no se corrompió o desintegró. Resucitó a su estado terrenal perfecto, porque él tenía el poder sobre la vida y la muerte; es decir conocía las leyes que regían en este estado terrenal temporal creado bajo la autoridad y el conocimiento del PADRE. Su sangre se derramó en el monte Getsemaní y durante las torturas a las cuales fue sometido antes de entregar su vida. Luego al resucitar, mostró sus manos y muñecas a sus discípulos y seguidores sin mostrar signo alguno de más sangramiento, lo cual indica, que todo cuerpo resucitado ya no requería de su sangre para continuar viviendo.
Todo resucitado aun los que se han portado mal o muy mal en el uso de su albedrío y cuerpo en esta tierra, será mejor. El proceso de conocer a Jesucristo aceptarlo o no es una realidad presente para todos los humanos, antes del día del juicio ante nuestro PADRE CELESTIAL.
Finalmente solo nos trasladaremos al mundo espiritual sin maletas, dinero bienes y riquezas, que solo son posesiones desechables terrenales en nuestro corto periodo de aprendizaje.
Aún podemos reconocer a qué grupo seguimos.
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