VERDADES OCULTAS EN EL NOMBRE DE JESUCRISTO Cap 1
Capítulo 1.
VERDADES OCULTAS EN EL NOMBRE DE JESUCRISTO
MIS ORIGENES.
1.1. Mis padres FELIX JELINEK Y FLOR MALDONADO.
Mi apellido paterno es de origen Judío Checo-Polaco, con raíces en la antigua Checoslovaquia, hoy republica Checa y con descendencia en Austria, Polonia y Alemania. Mis abuelos paternos aceptaron la Fe Católica, entiendo ahora para protegerse del odio que existía en contra de los judíos en Europa. Como Jelinek, se identificaba a los cazadores de ciervos. Paradójicamente ahora Soy ecologista y trato de proteger a esta especie en peligro de extinción en mi país. Hace pocos meses, lloramos la muerte de una bebe de venada o cierva, que le habíamos puerto por nombre Giselle. Murió en mis brazos, cuando era atendida por el veterinario, víctima de un cólico. Se la compre a un joven, que había matado a su madre durante una cacería en la zona aledaña a nuestra finca. Curiosamente cada vez que me he sentado a escribir este libro, ingresan a mi pequeño estudio, nuestros cinco perros. Bárbara, Tormenta, Dober, Cleo y Asly. Nuestras fieles e incondicionales mascotas.
Mi padre era un hombre alto de 1.94 de estatura, de muy buena presencia, callado, reservado, alegre y de buen espíritu.
Mi padre llega a la Argentina en la década de los años veinte, después que termino la primera guerra mundial en Europa, proveniente de Viena-Austria, donde había nacido en un pueblo de nombre Teschen, hoy con el nombre de Cyezin en los límites de la hoy republica Checa con Polonia.
Llegando al puerto de Buenos Aires a principios de la década de los años veinte, al bajar del barco me cuenta, que fue fumigado como se hacía con las vacas, para evitar enfermedades o epidemias, por venir procedente de un país que había estado en guerra. Muy joven sin cumplir los dieciocho años edad y obligado por las circunstancias a terminar antes de tiempo su carrera universitaria como contador, se enrolo en él ejército y estuvo en el frente de batalla, luchando por su bandera austriaca. Los meses transcurrían en las trincheras del frente, viendo morir a sus compañeros todos los días. Sufrió congelación en sus dos extremidades inferiores, siendo llevado a un hospital de campaña, donde los médicos decidieron dada la falta de medicamentos, la eventual presencia de una gangrena y las limitaciones médicas, que tenían que amputarle las dos piernas. Siendo un joven fornido e inteligente, que aún no cumplía los veinte años, de unos claros ojos azules que reflejaban su inocencia y pureza, pese al horror de la guerra, a la cual acudió sacado de las aulas, motivado por el ferviente patriotismo, convenció a una enfermera, para que lo ayudara a escapar del campamento de campaña en la noche. Valiéndose de dos muletas, de su fortaleza física y deseo de luchar lo logro. Como pudo, masajeando sus dormidas piernas con la nieve, se escondía de día, para no ser detectado. Pudo así llegar a un lugar donde se recuperó muy lentamente, ayudado por una familia campesina, que había perdido uno de sus hijos en combate. Terminada la guerra a los pocos meses, llego a Viena en la búsqueda de sus padres y hermana, de quienes no sabía nada. Encontró las ruinas de lo que había sido su casa y la noticia de que su querida y abnegada madre Adelhida Wejda, nacida en Polonia, había muerto durante un bombardeo. Además sentía el rechazo de la gente de mayor edad, que los consideraban jóvenes perdedores. No había trabajo y la moneda no tenía ningún valor. Por estas razones papá decidió emigrar muy lejos hacia América del Sur, a la Argentina olvidar su dolor y rehacer su vida. De la Argentina, unas veces caminando, otras en carruajes, mulas o caballos y cuando podía en barco, recorrió Sudamérica por la cordillera andina de país en país, trabajando y ahorrando dinero. Sin saberlo trabajo en un hospital de Tuberculosos al sur de la Argentina, creo que se llamaba Villa María. Allí papá tocaba el piano y el violín. Avisado del riesgo que corría de enfermarse por el propio administrador del hospital, que también estaba tuberculoso y del cual se había hecho amigo, continúo a viaje a Chile. Pasando la frontera, todos sus ahorros invertidos en pieles, le fueron robados. Trabajo en minas de noche en su carpa, con la ayuda de un diccionario, aprendió el inglés, idioma que con el tiempo hablaría y escribiría como el alemán su lengua natal. Luego llegó a Guayaquil-Ecuador. Siguió viaje hasta Colombia, siempre trabajando y ahorrando. En el año 1927 como administrador de una empresa cafetalera en Colombia, viajando en mula por la selva, fue mordido por una víbora venenosa, salvándose gracias a que fue rápidamente atendido por uno de sus escoltas y vaqueano que le acompañaba. Un hombre campesino del lugar que le realizo una incisión, le extrajo sangre y le aplico tabaco de mascar en la herida. A los meses contrajo malaria y dada las altas dosis de quinina que le fueron suministradas, aunque lo sanaron, de la malaria, le dañaron de por vida su sistema auditivo. Perdió el 70% de la audición y se ayudaba años después, con un pequeño amplificador que usaba colocado en su bolsillo de su típica camisa kaki y un pequeño audífono en su oreja derecha. Esta limitación tan joven, le impedía una mayor comunicación con su entorno. Por esta razón papá se convirtió con el paso de los años en un hombre silencioso y de poco hablar. Cuando era niño, y realizaba largos viajes con él por carretera, al hablarle, tenía que repetirle las palabras varias veces para que pudiera entenderme. A mamá le molestaba hacerlo y muchas veces ante las preguntas que se le hacían, papá pacientemente, nos miraba, se quedaba callado y con una sonrisa en sus labios, indicaba que no comprendía de lo que se le hablaba. Papá no tenía vicios salvo, el fumar cigarrillos, lo cual aprendió en las trincheras, en aquellas terribles horas y días donde, la muerte dormía a su lado y no sabían a quien le tocaba morir al siguiente día... Las salidas de las trincheras por las noches en busca del alimento que lanzaban los aviones en paracaídas, eran mortales, muy pocos regresaban. Papa pudo sobrevivir a la muerte y cuenta como sonaban los disparos de fusil, cuando salían en la oscuridad de la noche a recoger los pertrechos y alimentos. Luego que estos cesaban, se podían escuchar los quejidos de los heridos y moribundos, solicitando ayuda y auxilio. Papá nunca se quejaba, o criticaba a los demás. Una vez le pregunte ¿Papá nada te molesta no te quejas? … y él me contesto: "Junia (así me llamaba), cuando se vive una guerra, con la muerte al lado, viendo morir a tus compañeros, seres queridos, cuando pasas hambre y logras sobrevivir, todo lo que vivas será gratis y hermoso". Hasta las malas cosas que nos suceden, nos hacen sentir que vivimos agrego! Llego papa finalmente a Venezuela en el año 1927, con la idea de seguir viaje a los EEUU de Norteamérica.
MIS PADRES
Para ese entonces, papá además del alemán, hablaba muy bien el Ingles el checo, el español y algo de francés. Esperando para embarcarse y continuar su viaje a USA, consiguió un trabajo en la Gulf oil Company empresa petrolera, cuyas oficinas estaban, cercana a la aduana ubicada en la península de Paraguana estado Falcón, frente al Mar Caribe, al Noroeste de la costa venezolana. Allí conoció a mi madre Flor de Mayo Maldonado Samarra, una bella y muy joven mujer de 16 años de edad, hija de Mi abuelo Hércules Cristóbal Maldonado Caicedo, un importante funcionario del gobierno del General Juan Vicente Gómez, Presidente de Venezuela para
ese entonces.
LA MASCOTA DE MIS ABUELOS MATERNOS. EL CAIMÁN LLAMADO "EL VIEJO"
Tengo el honor y el privilegio de presentarles a mis abuelos maternos. Dr. Hércules Maldonado Caicedo primera promoción de Ingenieros en Caracas, nacido en el Táchira, casado con María Samarra Betancourt nacida en el Hato Los Samarras en los llanos de Apure.
Lo que observan a sus pies fue su mascota por varios años. Un Cocodrilo, criado por mi abuela. No se trata de un animal disecado, de cartón o que estuviera muerto luego de haber sido capturado. Se trata de un animal vivo de verdad, que duerme a los pies de mis abuelos como cualquier perro.
Esta es la Historia.
Mi abuelo siendo administrador General de Aduanas en la época del General Gómez, Presidente de Venezuela a principios del siglo 20, fue en comisión por un tiempo, para supervisar la aduana de Ciudad Bolívar que era un importante puerto fluvial para esa época. Allí conoció a mi abuela que bajaba por el Río Apure hasta el Río Orinoco, en barcazas de madera llevando ganado del Hato de mi Bisabuelo José Samarra, para ser vendido en Ciudad Bolívar. Allí mi abuelo conoció a mi abuela que montaba caballo a horcajadas, era muy bella, independiente y acostumbrada a realizar faenas duras en el llano. Se enamoraron y se casaron.
Un día mi abuelo, vio un niño que caminaba por la rivera del rió Orinoco, que llevaba algo en una lata de sardina. ¿Le pregunto que llevaba? y el niño contesto que un caimancito. Mi abuelo pidió verlo con dudas y le pareció que más bien era como una lagartija que llaman cotejo en esa zona. El niño le aseguro que era un caimán Mi abuelo le ofreció comprarlo y el niño acepto un mediecito que en esa época eran de plata.
Cuando llego a la casa, le dijo a mi abuela. ¡Doña! (así le decía), le traigo de regalo. Parece ser un caimancito del Orinoco. Mi abuela no le creyó, pero al verlo siendo apureña, donde existían muchos caimanes en los caños, se dio cuenta que era de verdad.
El caimán al cual le pusieron el nombre de Viejo, creció y viajaba enguacalado (cajón de madera ventilado) por Venezuela, acompañando a mis abuelos en sus viajes. Cuando lo hacían llevaban recipientes de agua y cada cierto tiempo se paraban en esos largos viajes por caminos de tierra, para rociarle agua para refrescar al viejo.
Mi abuelo ordenaba, donde llegaban de visita oficial, que la casa tuviera un patio y un estanque con suficiente agua para que el viejo pasara el día y la temporada de sus visitas.
Mi abuela se hizo famosa por su mascota, por su simpatía y además porque tocaba arpa cuatro y maracas. Se decía, que para encontrar novio, las muchachas tenían que tocarle el lomo al viejo cuando este dormía. Pienso que esa una travesura de mis abuelos, en especial de mi abuela que era muy bromista como buena llanera.
Cuando mi abuela notaba que el viejo estaba indispuesto, sabía que se había comido algún gato o perro que le había pasado cerca. Por lo general eran los gatos que caminaban por los bordes de las paredes y se lanzaban de noche sobre el lomo del Viejo, creyendo que era una laja o piedra. En ese momento el Viejo movía su cola y los lanzaba al agua y luego se los comía. Mi abuela lo purgaba introduciéndole una pala de madera con una arepa con sardina y Sal de Higuera para purgarlo.
Mi abuelo ordeno cuando el viejo creció y andaba por la casa, que las camas fueran de patas altas para dejarlo pasar y no se trabara, lo cual no era conveniente y podía ser peligroso.
Siendo el viejo un cocodrilo adulto, en una oportunidad agarro la pierna de mi mamá Flor de Mayo siendo una niña, con la suerte que mi abuela cerca escucho y le grito al viejo que la soltara, no sin antes causarle una herida profunda en su pierna. Esta cicatriz mamá la mostraba cada vez que contaba la Historia del viejo. Esto origino que el Viejo fuera regalado al General Gómez, en Maracay, Padrino por cierto de bodas de mis padres, quien lo envió al Zoológico de esa ciudad.
Transcurrido un tiempo le avisaron a mi abuela, que el Viejo estaba enfermo, no salía del lugar donde dormitaba. Ellos viajaron a verlo desde Caracas. Mi abuela nos contó que cuando llegaron al Zoológico lo llamaron por su nombre y el reconoció a mis abuelos. Ellos le llevaron pescado con arepas que le gustaba mucho
"El viejo murió al poco tiempo dicen de tristeza."
Mi abuelo cumplía funciones como Inspector General de aduanas de Venezuela y efectuaba una visita de trabajo en esa dependencia, con mi abuela Maria Samarra Betancourt. Para entonces toda la actividad económica de Venezuela pasaba por las aduanas, y el general Gómez, quien gobernó el país por 30 años, requería de un hombre muy estricto, honrado y apegado al cumplimiento de la ley, que realizará ese trabajo. Los Maldonados de origen tachirense y andinos eran conocidos por esas virtudes administrativas de orden y disciplina y tenían experiencia no solo en las letras, sino en la guerra de independencia. Papa solicito la mano de mama el 31 de diciembre de 1929, mediante hermosa carta, que aún conservo.
Papá fue seriamente afectado en su fe religiosa por la guerra, la muerte de muchos compañeros a su lado y la de su madre. Nunca le escuche orar, rezar o pronunciar la palabra Dios, aunque muy de niño había estado interno en un seminario católico, nuevamente entiendo para protegerlo de la persecución judía.. Años después siendo un adulto, encontré en un maletín de su propiedad, una hermosa carta dirigida a mi abuelo, donde solicita la mano de mama y hace mención a Dios en varias oportunidades. Conocer este hecho de su puno y letra me alegro mucho. ¡Papá pensaba en DIOS!……
Mi buen padre, fue un hombre muy, profesional, trabajador, honrado, fiel a mi madre y un padre ejemplar hasta el último momento de su vida en 1973 cuando murió de cáncer en el pulmón por haber sido un fumador.
Por parte de mi madre, el apellido Maldonado, es de origen Gallego-Vasco de España. Llegó el primer Maldonado a Venezuela en el año 1.530 aproximadamente, como oficial conquistador al servicio de los Reyes de España imponiendo con su espada la fe cristiana y el evangelio de Jesucristo.
Provengo genéticamente de una familia muy sana, honesta, trabajadora, valiente, de firmes principios, y acostumbrada a la lucha.
1.2. Nacimiento, formación. Mi familia.
Nací en Caracas el 16 de junio de 1943, escribiendo esta primera parte del libro, cumpliré sesenta y un años de edad. Estudié en colegios católicos y laicos. Me Inscribí en la Universidad Católica Andrés Bello en Caracas estudiando Psicología. Me gradué en Mercadeo y ventas, ganando experiencia en la administración de empresas desarrollando mis propios negocios. Luego mantuve el interés en mantenerme actualizado en la gerencia moderna, en la elaboración de asesoría y planes de negocios. Asistí a cursos y seminarios en diferentes países, consolidando mi formación en el área de bienes raíces, debido al exigente trabajo de la iglesia en esa área, comprando terrenos para edificar capillas o Centros de reunión. Me considero un autodidacta. Siempre he estudiado con plena libertad, lo que me ha interesado y he considerado de utilidad en mi vida, tanto para mi formación, como para el trabajo que he desarrollado en su momento. Con escasos 21 años, ya era Sub-gerente en un departamento de computación de una importante empresa trasnacional de bebidas y alimentos. Era miembro desde mi joven del staff de gerentes, por el año 70 de una importante empresa metalúrgica, siendo el gerente más joven.
En 1968 contraje matrimonio con una bella argentina, María Eloisa Morganti Montana, nacida en la ciudad de La Plata, que había llegado a Venezuela el 16 de Diciembre de 1966, huyendo de la dictadura militar del entonces Presidente Juan Carlos Ongania, por sus actividades universitarias de tendencia izquierdista.
MI FAMILIA
Cuando la conocí, dos días antes de mi despedida de Venezuela, para viajar al estado de Vermouth-Winoski en USA y continuar estudios de ingles en el San Michael College, ella trabajaba en la Universidad Central de Venezuela en la facultad de Agronomía en la ciudad de Maracay, cercana a Caracas. Ese viaje al norte, nunca se realizó y a tan solo dos meses de habernos conocido, nos casamos por la iglesia católica, en Noviembre de 1968. De nuestra unión, nació nuestro primer hija, Eloisa Carolina a la cual su abuela Vasca, llamó Begui, que significa "ojos claros" el 17 de Mayo de 1970. Luego vino Nicolás Matías, que nació el 19 de Julio de 1976.
Sin conocer el nombre de mis ancestros bisabuelos, por parte de papá, le sugerí a mí esposa, quien deseaba se llamara Nicolás, en honor a su tío abuelo, fundador del diario el argentino en la ciudad de Gualeguaychu en la provincia de Entre Ríos, Argentina, le agregáramos Matías. Muchos años después realizando trabajo genealógico, descubrí que mi bisabuelo, por parte de papá, llevaba ese mismo nombre.
Entre los años 1969 y 73, me tocó vivir una fuerte crisis matrimonial, producto de las diferencias culturales, hábitos y costumbres que ambos como pareja practicábamos y que cada uno por su lado, trataba de justificar e incorporar a nuestra relación matrimonial. Ello me impulso a buscar a Dios para encontrar ayuda, aplacar mis angustias, para recibir inspiración de situaciones cotidianas, que me agobiaban. Trataba de llenar él vació espiritual que me rodeaba. Tenía una esposa, una hija, un hogar y trabajo, pero me sentía vacío. Espiritualmente, algo me faltaba y esto me afectaba muy seriamente tanto en lo personal como con mi joven familia.
1.3. Inquietud espiritual.
En virtud de los viajes de papá, siendo apenas un niño, ingrese al colegio católico Pío XII, bajo la condición de interno. Es decir pernoctaba en él y solo podía salir los fines de semana, si era aplicado y observaba buena conducta. Seis años de mi vida entre niño y adolescente transcurrieron en internados incluyendo el Liceo militar Gran Mariscal de Ayacucho, nombre en memoria al prócer de la independencia venezolana, vencedor en las batallas de Ayacucho, Pichincha y bombona, que aseguro la independencia del Perú Bolivia y Ecuador.
Grupo escolar en colegio y Liceo Militar
Esta inesperada soledad familiar a tan temprana edad, me hizo aferrarme a la necesidad de hablarle de mis penas y necesidades a alguien. Fue entonces, cuando siendo obligatorio el estudio del catecismo, por ser una escuela Católica, se empezó a despertar en mí una profunda admiración por aquel hombre llamado Jesús, que a pesar de dar a conocer un hermoso mensaje, con el cual me identificaba y admiraba plenamente, había sido vejado, humillado, torturado y finalmente crucificado a la vista de todos, incluyendo su madre. Me interese mucho en conocer de su maravillosa obra, que por mi corta edad, apenas entendía de manera elemental. Cuando llego la hora de conocer más en detalle, como había muerto, como lo habían torturado y como ese ser tan bueno, había soportado todo eso por nosotros, con gran resignación, profundo amor y resentimiento hacia sus victimarios, llore en la soledad de mi cama, sin poder encontrar una explicación a ese hecho que marco mi vida para siempre. Me cubría con una cobija o manta, para que mis compañeros de dormitorio no se burlaran de mi llanto y descubrieran lo que para otros, era un signo de debilidad o de poca hombría. Mostrarla en un internado, ante los demás compañeros todos varones, era ser víctima permanente de abusos, burlas y sometimiento, ante quienes tenían el poder entre el grupo de alumnos. Me cuide que ello no sucediera, pues por mis características sajonas, rubio, muy blanco y de ojos verdes azulados, me diferenciaba mucho del grupo de compañeros, todos de características muy latinas. Ello me hacía víctima de juegos sucios, burlas y maldades con cierta frecuencia. Tuve que enfrentar durante mi primer año, peleas para no sucumbir ante algunos compañeros obstinados en molestarme. Hasta que transcurrido el primer año, mi manera de ser, las actividades deportivas que nos unían y el compañerismo que mostraba, disiparon esos momentos tan desagradables de confrontación y hasta de racismo en mi contra, a los cuales no estaba acostumbrado. Esta experiencia a tan temprana edad, me empezó a marcar y a mostrar la conducta humana. No comprendía el mal actuar entre niños, desaprobaba y me confundía esa casi permanente actitud de hostilidad. Observaba diariamente el comportamiento de compañeros de estudios, que continuamente peleaban y se insultaban por pequeños detalles y en donde algunas veces sin querer, me veía involucrado para defenderme de agresiones e insultos gratuitos. Mi madre conociendo de estos hechos, de mi sensibilidad y sin duda de mi gran soledad, que muchas veces le exprese con lágrimas en los ojos, tratando de que fuera retirado del colegio, que además se encontraba a escasas cuadras de mi casa, me regalo un pequeño crucifijo de plata muy labrado, donde se observaba la figura de un cuerpo crucificado, que representaba la figura de Cristo en la cruz.
Me dijo – Júnior consérvalo, cuando te sientas solo y afligido conversa con él-.
Durante las noches, en las cuales permanecía en la cama antes de dormir en el internado, pensando y añorando mi casa y mis padres, lo tomaba entre mis manos y rezaba el Padre Nuestro y el Ave María. Lo apretaba contra mi pecho, trataba de expresarle a manera de rezo. No le encontraba sentido a esta práctica repetitiva, mediante la cual no podía expresar mis necesidades del momento. Mi tristeza por estar fuera de casa, las cosas desagradables que sucedían a mí alrededor y la ayuda para mantener buenas notas y pasar los exámenes, no podía expresarlas como deseaba hacerlo. Siempre fui un buen estudiante a nivel de primaria y con frecuencia permanecía en el cuadro de honor tanto del grado que cursaba, como en el general del colegio. Poco a poco ese crucifijo se convirtió en mi amuleto. Me sentía protegido y no sentía miedo. Su compañía me daba seguridad y confianza. Me consolaba sentirlo colgado en mi pecho, costumbre que no continué, al perderlo durante un partido de fútbol y pasar horas recorriendo el campo de juego hasta encontrarlo en medio del polvo. Por eso decidí colocarlo debajo de la almohada. Aún conservo ese crucifijo que muchas noches humedecí con mis lágrimas, al no poder entender la razón de mi separación de mis padres y él tener que convivir con extraños.
1.4 Programa televisado.Por Venezolana de Televisión Llamado "La Confianza"
Recuerdo un anécdota que sucedió siendo Presidente de la Estaca Caracas, cuando fuimos invitados a un importante y muy visto programa de televisión, llamado "en confianza". En ese programa donde fuimos llevados engañados y cuyo fin tan solo era buscar polemizar con la Iglesia Católica, que estaba representada por un conocido sacerdote del medio televisivo, tenía sin duda el objeto de lograr rating. Durante el programa, se nos acusó de no ser cristianos y entre muchas otras cosas, se nos criticó el no mostrar crucifijos en nuestras capillas y templos, ni llevarlos colgados en nuestros pechos. El Representante Regional para esa época Alejandro Portal Campos, le solicito la palabra al hábil moderador y comunicador social Nelson Bocaranda y explico: "no llevamos crucifijos en nuestro pechos, ni tampoco lo tenemos en nuestras capillas y templos, por el simple hecho, que la cruz representa un elemento de tortura y Jesús ensangrentado en ella, nos recuerda un momento de inmenso dolor y sufrimiento". Agrego, ¿quién de nosotros guardaría una foto en su cartera o casa, de un hijo en el peor momento de su vida, atropellado por ejemplo por un camión? ¿Acaso no sería mejor recordarlo radiante, lleno de vida y salud? Una respuesta admirable para un momento difícil.
Sentía que Jesús caminaba a mi lado en la escuela, Jesús era mi mejor amigo y compañero, Jesús se convirtió en mi ídolo y mi maestro y desde muy niño con apenas 10 años de edad comencé a desarrollar un fuerte testimonio de Él.
Le jure lealtad y seguirlo siempre. Así lo acepte y ratifique de manera manuscrita con mi primera firma infantil, en el pequeño libro Prácticas de Piedad en el año 1953 el día de mi cumpleaños. Se puede leer en él, en letra de imprenta lo siguiente: "Quiero vivir y morir unido a Cristo mi Señor y mi Dios." Luego agregue en letra manuscrita "asta" morir" y firme la hoja, con mi incipiente y mala ortografía.
Esto ocurrió 20 años antes de conocer la Iglesia Restaurada de Jesucristo.
En algunas noches de mucha sensibilidad y reflexión, le rezaba y le pedía perdón por mis cándidos pecados de niño a manera de rezo, que había cometido durante el día. Pensaba por sus sufrimientos en la cruz y la gran ignorancia que lo había rodeado en ese momento, cuando hoy se, que entrego su vida de manera voluntaria para redimir nuestros pecados u errores.
Verdades Ocultas en el nombre de Jesucristo lo puedes encontrar publicado en el siguiente link:
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