Yomar. Capitulo6. Decisión equivocada.

HISTORIA DE YOMAR

SUSPIRITO DE CULEBRA


                                                                 DECISIÓN   EQUIVOCADA.


                                                                                 CAPITULO 6.




La vida de Yomar transcurría en la casa de su madre Lucinda,  con una gran tristeza, frustración  y soledad. Su sueño de casarse, formar un hogar con varios hijos, crecer en el campo y edificar una familia con principios cristianos, no le era posible y lo veía imposible de lograr. Al  tener un hijo como madre soltera,  se sentía  señalada en la iglesia donde asistía  obligada con su madre,  por estar viviendo  arrimada en su casa. El sueño  de Yomar de formar una  la familia  con un esposo y padre abnegado se alejaba.  Lucinda  le recordaba  siempre, que ya no tenía opción de nada, porque la  mujer al tener un hijo sin casarse, no era bien vista y  los hombres se le acercarían sacar provecho.  YOMAR siempre a la Defensiva  sentía temor, pena.  Por ello el que se le acercaba lo trataba con frialdad y desconfianza, recordando lo que su madre le decía su madre, que los hombres  no toman  en serio a una  madre soltera. Su madre le  insistió y ordeno,  que al estar bajo su techo, tenía que asistir a la iglesia. YOMAR no quería pero no tenía opción.  Asistió a varias reuniones de la iglesia  comentándole a su madre Lucinda, que no tenía ropa ni zapatos para ir, pero la respuesta era que  tenía que cumplir con sus normas,  y que buscara manera de solucionar. YOMAR recibió de su madre  una falda y una blusa vieja  y  unas sandalias de plataforma.  Los zapatos que no eran de su  medida   le maltrataban los pies y le dejaban ampollas, sintiendo que más que una norma era un castigo.  YOMAR aunque le incomodaba las miradas y las murmuraciones de algunos miembros de la iglesia  se mentalizaba que se lo había buscado, y que todo lo hacía  por su hijo. Las largas caminatas a la iglesia cargando a su hijo bajo el inclemente sol del llano, le hacían doler sus pies. No recibía ayuda de nadie, sus hermanas solo se preocupaban porque su ropa se les arrugara, o se despeinaran ayudándola a cargar el niño,  pero YOMAR trataba de decir dentro de sí que eso pasaría y su hijo crecería…   Lucinda solo le hablaba para recriminar, acusarla, regañarla y acosarla, situación está que siempre la había acompañado en su vida desde niña y adolescente.  Todos los días hasta los sábados, cuando sus consentidas hermanas de mamá dormían, ella caminaba 30 cuadras para ir al trabajo  y regresar a su casa, bajo un sol ardiente, con temperaturas que oscilaban entre los 32 y 40 grados. Nunca tenía tiempo para ella. Al llegar a su casa la esperaba  su pequeño hijo Juansote,  para darle la teta, bañarlo y acostarlo a dormir, para luego lavar los platos que dejaban sus hermanas apilados en la cocina. Lavaba la ropa    de todos a mano, barría la casa y el patio. Cuando creía que todo había terminado y se sentaba para ver alguna  novela, escuchaba las fuertes palabras de Lucinda, recordándole su pasado, los errores y pecados cometidos, que la hacía levantar y meterse en el cuarto con su hijo, llorando hasta que se quedaba dormida para repetir la pesada rutina al amanecer de todos los días  de semana tras semana. Yomar ya no reía, se veía taciturna, con la mirada perdida, los ojos irritados de tanto llorar. Cuando sus compañeros le preguntaban por ello, contestaba que era resecada, por no haber podido dormir, o que era causado por  el  polvo propio de un almacén, con químicos y otras sustancias, algunas en  recipientes abiertos en uso y otros que aunque  cerrados generaban fuertes emanaciones.

Un día lunes acudió a su trabajo puntualmente como siempre lo hacía. Muy flaca o chupada como dicen en el llano, con su ropita de siempre, con la suela de sus zapatos rotas con agujeros, y utilizando alguna pintura de labios que tomaba escondida  de sus hermanas, camino el largo trayecto hacia su trabajo ubicado en el centro del pueblo, donde trabajaba en el  almacén.  Los pensamientos la agobiaban, la nueva responsabilidad con su hijo  y no poder cumplirla, la atormentaban. Al llegar, ordenaba el inventario y esperaba ser llamada por otros empleados: "Yomar traiga tal y cual cosa, al mostrador", ante las exigencias de algún cliente. Muy afectada en su autoestima, sintiéndose no querida, abusada por todos, que se aprovechaban  de su necesidad de afecto y sus hermosos sentimientos de mujer  opacados por los regaños diarios  de su madre Lucinda al salir para su trabajo,  encontrándose totalmente quebrada como persona con su autoestima en cero,  tomo del almacén un pote con veneno de rata. Fue al baño, se encerró, orando, pidiéndole perdón a Jehová siendo creyente por lo que haría, se dejó caer de rodillas en el piso  destruida y llorando a moco tendido, se tomó todo lo que pudo del pote con la calavera pintada, que le avisaba de su poderoso veneno. Perdió el conocimiento. Ante su ausencia, un compañero preocupado viéndola llegar por la mañana  con los ojos hinchados e irritados de llorar, creyó que se había marchado a su  casa. Pregunto al vigilante del negocio en la puerta y este le contesto no haberla visto salir. De inmediato fue al baño, toco la puerta y al no recibir respuesta, forzó la puerta para entrar y encontró a Yomar en posición fetal en el piso, con la boca llena de espuma y  fuertes convulsiones. De inmediato la  tomo en los brazos y la llevaron al hospital del pueblo. Aunque moribunda Yomar pudo escuchar  enfermeras que  comentaban "déjenla morir por algo se tragó ese veneno." Un  médico residente llego y como enviado por Dios, exigiendo la cambiaran  de camilla y la llevaron a la sala de Emergencias.  Allí empezó todo el proceso la revivir a Yomar,   donde luego de  lavados estomacales, quedo en terapia intensiva durante una semana.

Estuvo en  terapia intensiva recuperándose, Cuando recupero el conocimiento sintió decepción porque no logro su objetivo aunque pensaba en su hijo, pero en el fondo sabía que  pese a morir estaría bien cuidado.   Viendo todo lo que había pasado era obvio que no regresaría a su trabajo.

Regreso a la casa, donde los reclamos y acusaciones  se hicieron más fuertes. La situación llego a ser más insoportable para Yomar, que decidió marcharse  una vez más de la casa dejando a su hijo de 2 años, viéndose obligada de dejar a su hijo porque su madre había decidido que era mejor que Yomar estuviera en casa ayudando con los quehaceres y no saliera de allí. Todo lo opuesto a lo que pensaba Yomar que   tenía la esperanza de estar con su hijo, pero entendía que estar en la casa de su madre no lograría las cosas que ella deseaba como  continuar sus estudios, tener un buen empleo y darle lo mejor a su hijo que luego pudo lograr tras un largo proceso y mucho  sacrificio Se recordó de su padre Juanote que había salido   por la misma puerta hacia unos años. Escucho a Lucinda su madre que con razón, pero sin considerar el grave estado emocional y depresivo que tenía su hija al marcharse,  le recordaba ¡trabaje y traiga la leche y ocúpese de su hijo! No salga con otra barriga….

Yomar  nuevamente se fue de su casa y pudo  conseguir una residencia en el mismo pueblo para estar cerca de su hijo.  Pudo conseguir un  trabajo en una librería  donde lo poco que le pagaban no llegaba al salario mínimo. De esa manera podía atender muy poco a su hijo y sus propias necesidades. El dueño era un viejo  gruñón explotador, mal encarado,  que poco estaba en el negocio, que lo atendía una mujer joven  con la cual mantenía una relación afectiva y que le tenía mucho miedo.. Realmente YOMAR mantuvo a su hijo siempre en su mente.


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