Mascotas Tata Félix. Capitulo 8. Tormenta-Zeus-Mimosa-Yuma-La Gaucha-El Gaucho.
MASCOTAS DEL
TATA FELIX.
19. TORMENTA. Siempre alerta.
Una noche llovió torrencialmente en la finca que teníamos en el medio del llano. Eran medianoche y los fuertes Truenos y grandes relámpagos alumbraban la oscura noche, pues apenas llovía se iba el servicio eléctrico por horas o días. Todos los cuartos tenían grandes ventanales coloniales, que al estar bajo los corredores perimetrales alrededor de la casa, impedían que la lluvia o el sol no entraran a la casa colonial de unos 400 m2. Dormía en uno de esos cuartos, disfrutando la brisa que generaba la fuerte la lluvia, su ruido, los relámpagos y los truenos que de acuerdo a su intensidad y el tiempo que transcurría entre el relámpago y el sonido del trueno, me indicaba si era una tormenta duradera o pasajera. En medio de esa noche, escuche los gemidos de lo que sin duda era un cachorro de perro. Tome una linterna y empecé alumbrar desde el corredor hacia el lugar de donde venían los gemidos. Para mi sorpresa pude ver un cachorrito recién nacido, que apenas podía levantar su cabecita de un gran charco de agua que se había hecho cerca de la casa. De inmediato Salí y la tome en las manos y la lleve dentro de la casa, donde la seque inmediatamente con un paño y la coloque en una caja de cartón al pie de mi cama. Salí nuevamente al patio buscando a otros cachorros o a la madre. Pero no encontré nada. Nunca supe quién era la madre, pero seguramente buscando guarecerse o protegerse de los truenos y relámpagos había llegado hasta mi ventana, con la seguridad que allí estaría mejor. Decidí en ese momento llamarla Tormenta. Era una perrita blanca, parecía tener algún antepasado de los perros ovejeros ingleses. Creció hasta llegar a ser una perra de mediano tamaño, muy juguetona, alegre, gran compañera con los otros perros, que me adopto como su único dueño en la finca. Algunas veces me acompañaba a caminar cuando salía a a caballo y siempre corría adelante olfateando el monte. Cuando notaba algún movimiento o ruido se detenía levantaba una de sus patas delanteras y se quedaba como en éxtasis, hasta que a mi voz reaccionaba, aseguraba el sitio que le llamaba la atención o continuaba alegre moviendo su cola a ambos lados. Pocas veces se alejaba mucho y se me perdía entre el monte y la alcanzaba a ver sentada con la lengua afuera, esperando que la alcanzara.
Por razones personales me marche del lugar y tuve que dejar a mis queridas mascotas y animales. A los pocos días regrese a buscar a Zeus y a tormenta. Lo lleve a la casa que alquile en un pueblo cercano, donde los tenía en el jardín, que daba a una gran avenida de 4 canales, donde había estaba el Liceo más importante del pueblo. Los muchachos al pasar se metían con los perros haciéndolo saltar y ladrar, lo cual origino que l dueña de la casa me alertara que podrían ser envenenados o lastimas pues les tiraban piedras y palos. Decidí con mucho dolor regresarlos a la finca. Todas las mascotas, fueron regaladas, se murieron de hambre o fueron abandonadas a su propio riesgo para sobrevivir. Desconozco que paso con ellos, pero en una oportunidad pude ver a Tormenta que estaba echada en la casa de un vecino parcelero que tenía una casa en el lugar. La encontré flaca, descuidada. Llame al vecino por teléfono y me señalo que Tormenta siempre iba a su casa y que algo le daba. Los odios y venganzas generados en ese lugar acabaron con la vida de Tormenta que fue encontrada muerta. La última vez que la vi con vida, viajaba a Caracas en el carro de un amigo y no pude llevármela al apto donde vivía.
20. ZEUS. El fiel y noble amigo.
Mi único hijo varón, intentaba desarrollarse como empresario con el aporte del estado promotor Socialista, en una zona industrial muy cercana al centro de la capital Caracas. Al visitarlo un mañana para observar como avanzaba el proyecto, lo encontré con un perro adulto de color negro de raza Rottwailer, mezclado con doberman, que le acaba de regalar un adolecente que andaba desconsolado caminando con su mascota por la calle, con la instrucción de no regresar al apartamento de la madre donde vivía con su perro. Nicolás mi hijo criado con mascotas, no dudo en recibirlo. Fue cuando me ofrecí llevármelo para la finca que teníamos en medio del llano, donde se desarrollaba un proyecto turístico, donde había mucho espacio otros perros y se sentiría libre y acompañado. Bongo II resulto un perro fiel, extraordinario, amigable cariñoso y me asumió como su dueño. Siempre estaba a mi lado y por las noches cuando subía al techo de un gran tanque de agua con unos 7 metros de altura, para tomar fresco y observar las estrellas y las tormentas eléctricas que se veían a lo lejos, Bongo me acompañaba con los otros perros, mientras descansaba acostado sobre una colchoneta. Allí con Bárbara vigilante observando y olfateando el terreno cercano, que por lo general permanecía oscuro por la falta del servicio eléctrico, que con frecuencia fallaba. Bongo me lo lleve un día luego que se aleje del proyecto por conflictos personales y tuve que regresarlo con Viky al poco tiempo al proyecto, donde quedo y nunca más supe nada de Él.
21. MIMOSA. La potranca musculosa mandona.
Una hermosa yegua criolla color alazana oscuro, con músculos muy bien formados de unos 3 años de edad. La compre a un criador colombiano de caballos paso fino, que tenía su centro de cría en los Flores, un pequeño pueblo vía a los llanos todavía en la zona montañosa del estado Guárico. Se la regale a la que era mi esposa para ese momento, para que se acostumbrara a ella y saliera a caminar por las tardes en la finca que teníamos. Resulto ser una yegua muy dócil y obediente, la cual montaba con alguna frecuencia, porque era muy segura de sí misma y siempre andaba muy alerta. Los caballos son muy poco comunicativos con sus dueños o jinetes, pero Mimosa era una gran compañía. Me gustaba galopar al trote, porque su paso no resultaba tan cansón para mi edad. Luego de mi mudanza a otro lugar nunca más supe de nada de mimosa.
22. YUMA. La modelo de feria. Era una hermosa yegua negra paso fino de padres colombianos ganadores de muchos premios. Se la compre ya entrenada y muy buena caminadora, al mismo criador de la Mimosa. Era muy dócil y obediente a los imperceptibles órdenes del jinete que la montara. Al simple toque con los tacones de las botas iniciaba su andar mostrando su armonía y esbeltez, destacándose la inmensa crin negra cuidada que caracteriza a los caballos de paso. La cazamos con otro caballo paso fino del mismo harás donde la compramos y producto de esa unión nació un hermoso potrillo negro como ella, que le pusimos por nombre el muchacho. A los dos años nos dimos cuenta que había salido trotón, una forma de caminar diferente al paso fino, donde el paso era más firme y fuerte al andar. Luego de mi salida de la finca no supe más de ellos, salvo que fueron abandonados y andaban sueltos por la sabana comiendo monte.
23. LA GAUCHA. La reina vieja.
Una espectacular yegua argentina, pura sangre, de gran porte de unos 18 años de edad, alazana clara. La observe atada a un horcón en un pequeño terreno al lado de la carretera a los llanos y decidí preguntar por ella. Se veía imponente, pero flaca y mal cuidada. El dueño me informo haberla recibido como parte de pago por sus servicios como herrero de caballos de unos ricos hacendados que la habían traído de la Argentina. La revolución confisco la hacienda y los animales quedaron en los potreros abandonados. Fue así como la recibió como parte de pago, con la finalidad de venderla. El estado del animal, era deplorable y le ofrecí lo que en ese momento tenía en efectivo, para el viaje, lo cual acepto. Quedo en llevarme la yegua al día siguiente por la tarde. Ese día uno de los peones de mi finca me aviso que traían a un caballo atado a la parte de atrás de la batea de un rustico Toyota. Al asomarme a la carretera de tierra pude ver a la gaucha que sobresalía en gran manera del pequeño rustico. Venia estresada, con heridas en sus lomos, flaca y mal cuidada. La bajamos, la lleve a tomar agua luego de haber soportado un viaje de manera tan incómoda y le coloque una paca de heno en un pequeño corral. Tomo agua y comió mucho. Luego la lleve a uno de los establos, sintiéndome muy feliz de haberle salvado la vida a esa dócil yegua, que resulto toda una mascota. Su andar era de clase y su trote majestuoso, lo cual indicaba haber sido una yegua entrenada por sus dueños en la argentina. Disfruta salir a caminar y hacerla galopar un rato por los terrenos vecinos. Le gustaba el paso rápido, pero no abusaba de ella por su edad y el intenso calor del llano. De regreso a la finca resoplaba indicándome sin guiarla hasta su potrero donde la esperaban los otros caballos, abundante agua y un baño refrescante con manguera que le encantaba. Fue la madre de un extraordinario potro que llamamos el Gaucho, hijo de un campeón mundial cuarto de milla de nombre Privio, que había recibido como regalo un amigo que se casó en los EEUU con la hija de un productor de caballos cuarto de milla.
La Gaucha lo amamanto hasta que fue un potrillo y lo celaba mucho de los otros caballos con los cuales pretendía jugar y correr. La muerte de la Gaucha fue muy dolorosa para mí. Una mañana amaneció echada en el establo y la tuvimos que sacar a la fuerza luego de pararla. Nos dimos cuenta que tenía un cólico por su barriga voluminosa. La andamos, la hicimos correr llevada de la brida. Hicimos todo lo que se puede hacer en esos casos lejos de un veterinario y finalmente se dejó caer en el terreno para no levantarse más. La muerte por cólico de un caballo es algo que afecta, por su instinto de tratar de levantarse y mover sus patas como si estuviera corriendo. La arrastramos con un tractor hasta el medio de la sabana de nuestra parcela y allí la dejamos, para alimento de los zamuros. Al tiempo pude observar sus huesos y esqueleto blancos entre la hierba todavía verde por las lluvias.
24. EL GAUCHO. El hijo de la reina.
Fue el único hijo al menos con nosotros de la gaucha. Pintaba como todo un campeón, de gran porte color caramelo con mechones blancos en su crin. Tenía un peón que conocía de caballos, que se interesó mucho en domarlo a nuestra manera. Es decir con cariño, sin castigarlo u obligarlo. No existía un buen domador de caballos en la zona y los que había utilizaban el método llanero de montarlo y obligarlo a andar pegándole con una rama o fusta de cuero. El gaucho aprendió muy rápidamente y en poco tiempo el peón lo monto y lo hacía andar frente a nosotros. Por mi trabajo tenía que ausentarme con frecuencia de la finca. Un día el peón se me acerco y me informo que el gaucho estaba desganado y triste. Al verlo con la cabeza gacha me di cuenta que algo grave pasaba. Llamamos a un veterinario distante a casi dos horas que se presentó. Al ver al caballo hizo lo que pudo. El gaucho murió muy rápidamente. Luego supe que el peón lo usaba para montar yeguas criollas sin mi permiso, que cobraba por la monta, llevando al gaucho a otros lugares. Sin medidas sanitarias y siendo apenas un potro de unos 2 años, alguna yegua lo enfermo y por ello murió de alguna infección. Despedí al peón y al gaucho que era un muy buen prospecto por la genética del padre campeón cuarto de milla en los EEUU.
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