Mascotas Tata Félix. Capitulo 9 Barbara-Dober-Cleo-Priscila-Gisel-Tribilin-Nieves
MASCOTAS
del TATA FELIX.
30. BARBARA. Perra. La guardiana silenciosa.
Fue una cachorra que compre en una venta de alimentos para animales, donde con frecuencia paraba para comprar y llevar alimento para los animales de la finca. Al entrar vi en una jaula una camada de 4 cachorros raza doberman cruzados con Rock wailer de color negro. Dormían plácidamente uno sobre los otros. Al pararme me parecieron hermosos y pensé. "SI alguno levanta la cabeza y me mira, a ese me llevare…" Al salir luego de realizar la compra, observe que uno de los cachorros me miraba y trataba de asomarse entre la reja. De inmediato llame a un empleado y le pedí que sacara el cachorro, que resulto ser hembra. Llegue a la finca y se la entregue a mi esposa como regalo. Bárbara creció y fue una perra muy dócil, y muy casera. En una oportunidad estando solo en la finca, acostumbraba subir a la parte superior de un tanque elevado de agua, que teníamos al final de una construcción a una altura de unos 9 metros. Allí sin luz por los frecuentes cortes y siendo como las 10 de la noche, me acostaba sobre una colchoneta a pensar y contemplar el cielo estrellado, disfrutando de la brisa freca. De repente Bárbara se levantó, gruño y corrió escaleras abajo. Apunte hacia donde corría en la oscuridad con una potente linterna en una mano y en la otra mi pistola. Escuche como atacaba algo. Pensé en algún animal nocturno, pero al acercarme, pude ver a tenia acorralado contra la cerca de alambres de púas a un hombre, que trataba de zafarse y saltar la cerca y Bárbara lo sujetaba por los pantalones. Al verme llegar el hombre logro zafarse, caer en el terreno ajeno y salir corriendo en la oscuridad. Pude encontrar un pedazo de camisa y parte del pantalón manchado de sangre. Señal que Bárbara había mordido al intruso. Resulto ser el hijo de un viejo cuidador de una finca cercana, que escondido de la policía por ser un delincuente se escondía en la finca que cuidaba el padre, intento robar en la nuestra, sin conocer los guardianes que teníamos. Bárbara lamentablemente es una de las mascotas cuyo destino desconozco luego de marcharme de la finca en el año 2006.
31. DOBER. Perro. El travieso escapista. Era un perro criollo, negro con marrón, nacido en la finca de tamaño medio, poco obediente, juguetón y amigo de perderse o esconderse. Realmente era solo un buen adorno, muy cariñoso, que aparecía puntualmente a la hora de servirles la comida. Un día notamos su ausencia y no apareció más. Era amigable pero distante de todos los demás perros. Pensamos que se fue tras alguna perra, siendo ya maduro, no supo regresar o cambio de dueño.
32. CLEO. Perra. La Mapurite. Era una perrita adulta raza Hush-puppies ingles, que nos cedió temporalmente una niña, cuyos padres se marchaban a vivir a España a comienzos del año 2000. Allí acudimos para comprar algunas cosas que remataban y al final salió muy cariñosa la vieja Cleo, con su dueña una niña de unos 8 años de edad. Pregunte. ¿Se llevan a la mascota? A lo cual los padres contestaron que no podían y buscaban a quien regalarla. La niña comenzó a llorar diciendo que no era justo dejarla, que era su compañera y la amaba. Al contemplar ese cuadro doloroso, exprese que podríamos tenerla un tiempo con nosotros hasta que ellos regresaran. Fue esa la manera como la niña dejo de llorar. De inmediato corrió dentro de la casa y nos trajo el collar, la correa, los platos de agua para la comida, un champú de baño, cepillo y peine. Agrego con alegría: ayer la bañe y está muy limpia. Para ese momento desconocía que esa raza de perro tienen una glándula de la cual emana un olor muy desagradable y por eso cariñosamente la llamamos Cleo la mapurite. Cleo estuvo con nosotros unos años, la familia nunca regreso y un día tuvimos que dormirla para que no sufriera al tener mucha dificultad para caminar y haber perdido la visión por cataratas. Era muy dulce, aulladora, cariñosa, mansa y lenta pero muy lenta al caminar. Corría con sus largas orejas bamboleándose hacia los lados, detrás de los otros perros que eran unas verdaderas saetas. Realmente era la mascota ideal para una niña pero no para una finca. Siempre era la última en llegar jadeante a nuestros llamados a la hora de comer. Verla correr tras los otros perros cuando salían para saludarnos al llegar a la finca, nos divertía pero nos hacía sufrir al ver que no podía saltar buscando nuestras manos para lamerlas cuando le damos palmaditas en la cabeza contestando los saludos de la manada, alegres al verme llegar.
33. PRISCILA. Cerda. La correlona bañista.
Era una cerdita bebe, de raza, que igualmente compre al pasar por una agropecuaria en la carretera de los llanos regresando a casa. Llego a tener gran tamaño y pesar unos 270 kgs. Era totalmente blanca, con la cara rosada. La llamamos la bañista porque le encantaba estar en el agua, donde se acostaba a dormir plácidamente sin importarle que sucedía a su alrededor. Aprendimos con Priscila que son animales muy inteligentes y limpios. Dormía en un establo abierto cercado con tubos al lado de los caballos. Allí todos los días se rastrillaba la bosta de los caballos, que mezclábamos con concha de arroz y con otros desperdicios de conchas de verduras, hacíamos un abono para plantas maravilloso. Nos llamó la atención que el lugar donde dormía Priscila siempre estaba limpio y al observarla pudimos darnos cuenta que colocaba su cola entre los tubos y hacia sus necesidades hacia el terreno de atrás. Durante el día andaba por el potrero con los caballos y dado al inclemente sol de la zona en los llanos, le construimos una laguna donde se introducía dejando solo la cabeza afuera como los hipopótamos. Allí se sumergía, se quedaba y refrescaba. Cuando me veía llegar en la camioneta cuyo ruido del motor reconocía mucho antes de aparecer al frente de la finca salía corriendo hacia el portón y me esperaba haciendo sus típicos ruidos, comunicando su presencia. La premiaba con una zanahoria con algo de lo que habíamos comprado para nuestro consumo. Priscila llego a tener 5 años y corría por el potrero con mucha agilidad. Eso me preocupaba por su enorme peso y agotador esfuerzo. Su genética venia de animales encerrados para engordar no para correr, para luego matarlos y hacer embutidos lo cual no era el caso de Priscila. Una vez en época navideña, toco la corneta en la carretera un parcelero y uno de nuestros empleados me dijo que preguntaba ¿si vendíamos la cochina? a lo cual conteste que no estaba en venta, porque era nuestra mascota. Regreso el empleado con el mensaje que el interesado pagaría muy bien y que le pusiera precio…. Nuevamente le respondí que no estaba en venta. Pasado ese año ya para cumplir los 7 años, Priscila en una de sus carreras cayó muerta en el potrero cercado que había cerca de la casa de campo. Cuando la vi supe de inmediato que había muerto de un infarto fulminante. Ordene arrastrarla con un tractor y llevarla al medio de la sabana para que sirviera de alimento para los zamuros y otros animales salvajes de la zona. Los empleados me vieron con malos ojos y tuve que decir, nadie corta en pedazos a Priscila y para que la orden se cumpliera, agregue tal vez murió envenenada o picada por una cascabel.
34. GISEL. Venada. Bambi la tierna. La compre muy bebe a un
muchacho, que la llevaba entre los brazos. Me dijo que habían matado a su madre y la había encontrado al lado de la madre, cuando acortaba camino para llegar a la casa de unos primos en la sabana. Parece ser que la madre herida logro escapar y luego murió con la recién nacida al lado. Criamos a Gisel con tetero y fue creciendo muy apegada a la casa. Se convirtió en mi Bambi de las comiquitas.
Recordé que mi apellido Jelinek en Checo significa pequeño cervatillo y nuestro escudo de familia así está representado. Tenía una ternura y unos ojos increíbles que me recordaba mucho al Bambi de las películas cuando era niño. La tomaba entre mis brazos y la acariciaba. Ella cerraba los ojos y dormitaba, hasta que escuchaba algún ruido extraño. Entonces se paraba y saltaba buscando el patio. Los perros eran muy respetuosos con ella, luego que todos en fila india la olieron cuando era más pequeña. Gisel no les tenía nada de miedo y correteaba frente a ellos como retándolos. Los perros la veían pasar pero jamás la atacaron, aunque teníamos alguno que le gustaba la cacería. Una mañana note a Gisel que no comía con su barriguita muy hinchada. La observe y me di cuenta que algo pasaba, pues no se paraba y mostraba como que si algo le doliera. De inmediato la lleve al veterinario amigo que tenía su consultorio a una hora de viaje. Al llegar la observo y me dijo que era un cólico. Que algo indebido había comido y que los venados eran muy delicados por la alimentación. Teniéndola en los brazos le inyecto algo para relajarla y mi sorpresa fue que Gisel murió de inmediato. Apenas comenzaban a verse sus manchas blancas sobre la piel como lunares, señal de su adolescencia. Sentí mucho dolor y lágrimas aparecieron en mis ojos ante la impotencia de ver aquel tierno animalito que había sobrevivido a la muerte de la madre y ante la ciencia, moría sin poder hacer nada. Obviamente mi amigo el veterinario conocía mucho de vacas, toros y caballos, pero no tenía experiencia en animales pequeños silvestres como la pequeña venadita.
35. TRIBILIN. El gallo de pelea, manso.
En otro de mis tantos viajes, paraba en otra agropecuaria para completar la compra de insumos para los animales, que a veces escaseaban. Allí en una Jaula observe un precioso gallo fino de pelea, con un porte y plumaje espectacular. De inmediato le pregunte al dueño del negocio ¿si estaba a la venta? Me respondió que era un gallo hijo de un campeón traído de Cuba para ser probado en las galleras y si salía bueno, lo utilizaría como padrote cazándolo con gallinas finas peleadoras que tenía en su finca, vendiéndolo a muy buen precio. Insistí en comprarlo y finalmente accedió. Llegue con Tribilin a la finca. Allí tenía dos gallinas finas, que al soltarlo, de inmediato corrió por el terreno y al poco tiempo ya eran sus esposas. Tribilin era un gran cantante y hasta los perros lo respetaban. Cuando se acercaban para olerlo, no retrocedía, y asumía su posición de pelea de manera inmediata, picando el piso y retando a los perros. El más valiente era atacado por Tribilin que con dos saltos y algún certero picotazo, los ahuyentaba. Uno de los empleados de la finca me dijo un día, que el gallo del vecino un pataruco español grande y gordo, acostumbraba pasar la cerca y llamar a las gallinas de Tribilin. Agrego que en dos o tres oportunidades los había separado y que Tribilin mataría al Pataruco, porque era muy pesado y lento para pelear y alcanzaría al pataruco con sus espuelas tres o cuatro veces más lento y pesado. El fin de semana que llego el vecino de nombre Pancho, le dije que tratara de que su gallo no saliera de su propiedad, porque se metía a mi terreno y Tribilin lo estaba cazando. A ello contesto un tanto de manera sarcástica "Félix mi gallo es mucho para el tuyo, déjalo tranquilo él sabe cómo defenderse" Pasada una semana o dos, llegue a la finca y el empleado me esperaba con la noticia que Tribilin había matado al Pataruco…. Que siguiendo con mi instrucción si ello pasaba, lo había colgado por las patas en la cerca medianera que había pasado, para que el vecino, lo viera y no creyera que le habían robado el gallo o lo habían hecho desaparecer. Tribilin tuvo muchos hijos y algo muy curioso, era que sus hijos gallos tan hermosos como El, andaban sueltos entre las gallinas con Tribilin siempre guardando la distancia y nunca se enfrentaron a su Padre. Llegaban algunos a comprarlos sus hijos, para prepararlos como gallos de pelea, pero siempre me negué, pues Soy enemigo de las peleas de gallos y cualquier tipo de diversión que hagan sufrir a los animales, como las corridas de toros, los toros coleadas y las peleas de perro. Actividad que indica el pobre nivel que tenemos como civilización en nuestra galaxia. Que pensaran los diseñadores y organizadores de esos hermosos seres vivos, que se despedazan entre sí o son cruelmente torturados ante la vista de gente que se divierte y pide más sangre como los circos romanos.
36. NIEVES PERRA. La viajera cascarrabias.
Mi pareja Johana visito a una amiga y observo en el patio de la casa a una pequeña perrita de color blanco, enrazada con Pekines, amarrada a un árbol de mango sin agua, que la miro con ojos tristes como pidiéndole que la soltara. Otras veces al pasar por la acera, la veía jadeante con el pote del agua volteado, seguramente esperando por la dueña que llegaba por la noche de su trabajo. Me había comentado esa situación en varias oportunidades. Un día decidió entrar al patio y al regresar de viaje, me esperaba diciéndome que tenía una sorpresa. Al entrar corrió hacia mí una perrita blanca muy cariñosa. La tome en los brazos y le pusimos nieves por su blancura. Se adueñó inmediatamente de nuestra atención, aunque era amigable, mostraba momentos de malestar y se escondía. Con el tiempo se hizo una contante compañera en mis viajes a Caracas. Se echaba en el asiento del acompañante y mirándome y pendiente de mí, hacia el viaje sin molestar ni mostrar otro comportamiento que no fuera quedarse echada y tranquila esperando alguna parada para bajarla a ser sus necesidades, que de inmediato hacía, corría a la camioneta y se montana en su puesto de acompañante. Con el tiempo me marche a Caracas solo, siempre pensando en las tres mascotas que dejaba con mi ex compañera. Transcurrido casi dos años, en un viaje a Caracas Johana, me llamo que la fuera buscar al terminal de autobuses, porque venía lo que llaman maleteada, esto quiere decir cargada. Unos meses antes había visitado a Johana estando de viaje en la zona, pero no estaba en casa. Solo estaban las tres mascotas, que al verme luego de tanto tiempo saltaban, ladraban de alegría en aquel patio con un sol inclemente. Al marcharme en el taxi, el conductor me dijo que atrás del auto venia un perro corriendo. Paramos y era Nieves, con la lengua afuera. Sin darme tiempo a nada entro y se hecho en mis piernas. Solo le faltaba decirme sácame de este infierno y te amo.
Regresamos y tuve que dejarla donde un vecino hasta que Johana regresara a su casa. Fue doloroso dejar a los tres, pero no tenía donde ni como llevarlos a Caracas. No podía entrar a mi apartamento y dormía en una habitación de servicio en una pequeña cama.
Cuando llegue al terminal para auxiliar a Johana la cual tenía tiempo que no veía. La observe esperando sentada con un maletín tipo bolsa. Al llegar me dijo ábrelo y allí asomo su cabecita Nieves, que salto de alegría lamiéndome y pegando brincos en pleno terminal abarrotado de gente.
Nieves fue mi mascota por dos años en Caracas, luego que pude entrar a mi apto y encontrarlo desvalijado, sucio y sin donde sentarme ni donde dormir. Un día observe que Nieves gemía y se agachaba. La lleve al veterinario y luego de varios exámenes, encontraron que tenía una especie de hueso afilado como una espina, que le molestaba en la parte de la unión de su columna vertebral con la cola. Muy difícil de operar por la edad y la ubicación. Así que Nieves comenzó a tomar calmantes para el dolor hasta que un día, con 12 años de edad, traída de su llano donde nació, amaneció muerta a la puerta del apartamento que da a la platabanda donde subía a tomar sol. Sin duda bajo, la puerta estaba cerrada para avisarme de su muerte, pero no pudo ser. Siguiendo la tradición de mi mamá Flor, logre enterrarla en algo de terreno disponible, que aún existe en las Flores de Mayo, al pie de la muy anciana y centenaria mata de mamón que bautice desde niño como Enriqueta. Propiedad que aunque ya muertos mis padres, siempre seguirá siendo al menos para mí, propiedad de ellos. Olores, recuerdos felices y amargos, mascotas, amigos y juegos, permanecerán en este lugar hasta la llegada del Milenio.
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